Danza
María Pagés: «España no sabe qué cultura quiere promover»
La bailaora está de gira con su último montaje, 'Paraíso de los negros', que presenta próximamente en el Festival de Jerez y Madrid en Danza
Una luz tenue y la visceralidad de puntillas sobre el escenario. Eso promete el último montaje de Marría Pagés, 'Paraíso de los negros', la segunda parte de una trilogía que explora las fronteras no físicas, sino humana s, y que próximamente presentará en el ... marco del Festival de Jerez (20 de mayo), el Festival Madrid en Danza (22 de mayo) y en el Greg Festival de Barcelona (13 y 14 de julio). El concepto de negritud le sirve para manifestar la libertad y reflexionar sobre las distancias. Por eso, hilvana por sus costuras referencias aparentemente dispares que terminan por transformarse en movimiento solitario. Sus inspiraciones: el lamento reivindicativo de Nina Simone, la esencia de los opuestos en la obra de Vechten, las fuerzas telúricas del poeta senegalés Leopold Sedar Senghor y las líneas oníricas de Lorca en la disrupción que supuso 'Poeta en Nueva York'. De todo ello, valga la extrañeza, surge la danza.
«Siempre que se plantea una creación, bienvenidas todas las inspiraciones, porque las ideas vienen de la experiencia o del encuentro. El flamenco siempre nos nutre, pero de la propia vida, de la pintura, la escultura y la literatura también sacamos algo. En realidad, esta obra es una cosa más cercana de lo que parece. En un teatro, a la parte de arriba, lo que llamamos el gallinero, también se le conoce como paraíso. Ahí mandaban en América a los negros hace relativamente poco . Y de ahí partimos para hablar de esas barreras que nacen en nosotros mismos, en nuestro interior, antes de que se lleven a cabo con piedra y con cemento. De la concepción del otro, del diferente, del rechazado», explica.
Una imagen poderosa anuncia el desgarro que sugiere este edén al fondo elevado de un patio de butacas: «Aquí, el principio lorquiano de libertad es un pájaro atrapado en una ramita untada de cola». La realidad enfrentada al deseo. La imposición y su falta. Una cárcel improvisada que por su sutileza muchos dejan de ver. La bailaora sevillana explica así el origen del proyecto: «El Festival Cervantino, en México, nos planteó el tema sobre la mesa: fronteras. Ellos tienen un muro con Estado Unidos que divide dos mundos y querían tratarlo a través de una coreografía . Al final no pudo hacerse; los problemas allí, antes de la pandemia, eran ya estructurales y enormes. Políticos, económicos, sociales... Pero nos quedamos con la idea y apostamos por ella junto a El Harbi El Arti. Nos atraía su universalidad. Y que a nadie le confunda el título. Esto no va de África y su relación con el flamenco, que por cierto es mucha».
Todo por hacer en la cultura
¿Está el flamenco de hoy comprometido con las grandes causas de su tiempo o se sigue cantando, como critican algunos, a la escena del novio, el caballo y la reja? «Pues no. Eso está muy superado, porque es un arte que nace de la marginalidad y que continuamente está superando fronteras. El mayor compromiso de los flamencos está con su propia cultura. Tratamos de defenderlo, alzarlo y dignificarlo. Por desgracia, aún hace falta. ¿Cómo es posible que exista una resistencia a nivel social e institucional hacia el flamenco, algo genuinamente español que nos representa en todo el mundo? Hay un problema de fondo: España no sabe qué cultura quiere generar ni promover. No hay un plan global, todo está dividido y fragmentado . Y dentro de ese plan global tampoco se sabría precisar qué lugar ocupa el flamenco. Se hacen cosas, pero sin ningún objetivo concreto. El arte es un espejo de la sociedad y esta debe entenderlo como propio. Eso se hace con pedagogía en las instituciones, entre los responsables. Lo digo con sumo dolor: muchos, desde las instituciones, nos consideran una especie de subcultura. Así no se puede llegar al ciudadano. Son muchos los fallos: el sistema educativo actual no contempla la educación del cuerpo. No se cultivan bien las emociones. La expresión, el movimiento… Que el ser humano no es solo cabeza. Soy así de crítica porque lo sufro».
«He hecho locuras que ya no haría: ir a Tokio, actuar y volver»
María Pagés, quien desde los años 90 anda viajando con su propia compañía por las mejores plazas de todo el planeta, compartiendo cartel con iconos de la danza contemporánea como Cherkaoui y Barýshnikov, se muestra satisfecha con su trayectoria: «No me queda nada por conquistar. Las giras van a cambiar a causa de la pandemia y yo ya no quiero bailar en Pernambuco. He hecho locuras que ya no haría: ir a Tokio, actuar y volver . Ahora tengo otras necesidades que tienen que ver con el compromiso que comentaba antes: devolver todo lo que me ha dado la vida».
El artista que más le impactó
¿Un cantaor? «Me quedo mejor con un momento. O con dos: de jovencita fui a un festival, todavía muy verde, y cuando llegó mi hora se habían ido todos los cantaores. Pero por allí apareció de pronto Chiquetete y dijo que él iba a cantarle a la niña. Esas alegrías que me regaló, siendo él ya una estrella, las tengo en la piel. Volé. El otro momento icónico para mí fue ver a Enrique Morente en el San Juan Evangelista de Madrid. Qué barbaridad. Qué limpieza. Entonces Camarón era el que más destacaba, pero fue un recital redondo».
¿Un bailaor? « Antonio Gades , por la influencia que tuvo en mí a la hora de crear cuando estuve en su compañía». ¿Y una música para despedir esta entrevista? Apoteósica, que aficione al que no lo es y confirme al cautivado. «Las alegrías de la Niña de los Peines que hizo Carmen Linares en su 'Antología de la mujer en el cante'. Eso es dignificar algo con el máximo talento». Suene entonces, más allá del verbo, esta sintonía a la cola de la conversación. La música, y por ende el flamenco, gusta por su capacidad de otorgar alas.
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